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Cuando nos proponemos hacernos con unas nuevas cajas acústicas para nuestro equipo de música o cine en casa habitualmente nos fijamos en parámetros como su respuesta en frecuencia, su tasa de distorsión armónica, el número y tipo de altavoces que incorporan, y, por supuesto, su acabado y diseño estético. Curiosamente, pocos usuarios se plantean una elección a la que probablemente deberíamos enfrentarnos antes de sopesar las características que acabo de mencionar: ¿nuestras nuevas cajas acústicas deben ser activas o pasivas?

La diferencia más evidente entre unas y otras consiste en que las activas incorporan en su interior uno o varios amplificadores responsables de excitar los altavoces, mientras que las pasivas carecen de amplificación integrada, por lo que deben ser utilizadas junto a un amplificador externo. Sin embargo, las diferencias entre unas y otras no acaban aquí. El hecho de que la sección de amplificación esté fuera o dentro del recinto de las propias cajas tiene otras implicaciones importantes que merece la pena conocer.

La diferencia más evidente entre unas y otras consiste en que las activas incorporan en su interior uno o varios amplificadores responsables de excitar los altavoces, mientras que las pasivas carecen de amplificación integrada, por lo que deben ser utilizadas junto a un amplificador externo. Sin embargo, las diferencias entre unas y otras no acaban aquí. El hecho de que la sección de amplificación esté fuera o dentro del recinto de las propias cajas tiene otras implicaciones importantes que merece la pena conocer.

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